martes, 24 de marzo de 2009

RADICALES LIBRES VI (Prólogo a un artista a la contra)

Javier Bandini



Su amistad y una larga historia de noches de palabras, humo y alcohol me hicieron crecer. Antes de conocer a Javi, yo tenía una cabeza como quien tiene un jarrón chino de imitación: de adorno. Y con él aprendí que el único sentido de un adorno tan estúpido es su destrozo. En este proceso de derribo-construcción tuvo mucho que ver la actitud de un tipo que duda hasta la extenuación y tiene no más de cuatro certezas pero las tiene bien agarradas por los huevos, y la poesía de un tipo nada común; una especie disidente en peligro de extinción.
Sus composiciones son pura arquitectura poética que parece no haber pasado por ningún filtro. Belleza y fuerza que no usa aspavientos ni pirotecnia verbal. Versos derrotados cargados de vida de quien ha vivido con pasión y se ha desilusionado lo justo, con el pesimismo inteligente de un Sísifo urbanita que sabe que la vida es una rueda de ratón que, como no lleva a ningún lado, hay que cuestionarla y, a veces, apearse y bailar un agarrado para tocarle el culo a la chica.
El amor y la muerte, esas dos patas para un banco filosofal, también están presentes aquí: un amor desnudo, cauterizante, que cura al tiempo que hiere, sin toda esa basura almibarada que cantan los imbéciles; y una muerte como otro naufragio, sin flores ni Dios, un evento tuteado alejado del dramatismo oscuro de los románticos.
Javi es un radical desde la r hasta la l: de verdad. Estos versos suyos son más que elocuentes:
“Amarte no es hacerse bueno para siempre,
amarte es hacerse rebelde y clandestino”
.

Sus amigos y familiares ruegan una oración por su alma.

viernes, 13 de marzo de 2009

NIÑO HEMORRAGIA

A veces se excitaba tanto, o se ponía tan nervioso que sangraba por la nariz. Niño Hemorragia no podía tener emociones fuertes porque se ponía perdido y su madre le echaba la bronca. Pero a él le gustaba el riesgo: espiar los vestuarios de las niñas, ver jugar a su equipo, mirar las tetas de su profesora de lengua, bajar en monopatín la cuesta de su calle, etc. Todos los días había motivos para que Niño Hemorragia sangrara por la nariz, sobre todo si se sentaba al lado de Aurora, la niña de sus sueños, y sólo había uno por el que no le gustaba que le pasara: hacer exámenes. El día previo a un examen se ponía muy nervioso y sangraba tanto que se desmayaba encima de los libros; así, al menos, dejaba de estar nervioso. Y al día siguiente, cuando se sentaba en su pupitre a la espera de la hoja de la evaluación, otra vez. La excitación máxima que experimentaba Niño Hemorragia era cuando la profesora de lengua lo sacaba al encerado para escribir frases llenas de haches, bes o uves, y tenía que levantarse de al lado de Aurora.
Niño Hemorragia acabó sus estudios primarios aprobando por los pelos, muy delgado y sin haber besado nunca a la niña de sus sueños.