A veces la vida parece un vinilo rallado: sabes en qué punto de la canción la aguja va a saltar hasta caer otra vez en el microsurco. Lo más curioso es que si no sucediera así no entenderías qué está pasando porque hemos construido el oído alrededor de ese defecto. Si después de quince o veinte años escuchando ese disco un buen día la aguja no se sobresalta o la canción no se corta abruptamente con ese ruido de rotura o al cantante y a su banda no se les descalabran el sonido y la voz, la perplejidad sería absoluta y lo primero que sospecharías es que oyes mal. El absurdo daría paso a otras tesis.
La vida, igual que algunos discos, viene rallada de fábrica. No por maldad sino porque en el proceso se coló una mota de polvo o una máquina dejó de funcionar correctamente o un operario se quedó dormido en su puesto de la cadena.
3 comentarios:
Y que así sea, querido.
[La nieve que más ha durado del mundo :)]
suponiendo que el operario se llamase Dios, quedarse dormido fue lo mejor que pudo hacer.....
brindo por los vinilos y sus crujidos de microsurco
Por eso molan tanto los cedés y los emepetreses. Aunque siempre está bien echar mano al vinilo cuando lo que uno necesita es escuchar una canción con arrugas y bastón, hermosa como una diosa resucitada del limbo de lo imposible.
Si es que tengo el alma en un vinilo, joven... Y nadie me cree.
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