sábado, 9 de mayo de 2009

LOS CUATROCIENTOS GOLPES (o las mil y una)

Para Raquel












“El recreo no es una norma, es una recompensa”
El estricto profesor a Antoine Doinel
“Les Quatre Cents Coups” Truffaut


Pobre Antoine, cuánto ingenio.
Yo era un niño tímido odiado por la profesora
de matemáticas y el recreo era un oasis donde
jugar a la peonza y ver a Aurora.
La infancia es un domingo despeinado
como protesta al lunes, un pijama con bolsillos,
la primera “maldad” –no hay sensación
tan desbordante como la Primera “Maldad”.
Las aulas apestaban a humanidad y tiza
pero el recreo era una trinchera a donde
no llegaba el enemigo, tan viejo, tan estirado,
tan aburrido, tan lleno de deberes para casa.
La infancia era la sesión de las cuatro y diez
en el cine del barrio, un encuentro con Tarzán,
Buster Keaton, King Kong o Superman,
e irse temprano a la cama: el escenario de las derrotas.
El maestro siempre le preguntaba al más débil,
pobre gacela coja, y me sacaba al encerado
y en ese cadalso me ejecutaba delante de todos
y la sangre corría, como un rubor, hasta mi cara.
La infancia era una curiosidad sin satisfacción,
querer hacerse grande para comprar todos los chicles,
no responder nunca “porque sí” ni “porque no”,
ver a tus amigos como hermanos y a tus hermanos
como desconocidos y a tus padres como marcianos.
El recreo era el buque insignia de la diversión,
media hora que pasaba volando en biplano
y dejaba una estela frágil que desaparecía
completamente cuando te sentabas en tu pupitre
por estricto orden alfabético.
El recreo estaba lleno de delincuentes y camaradas.
Pobre Antoine, cuánto ingenio

Recuerdo bien aquellos «cuatrocientos golpes» de Truffaut
y el travelling con el pequeño desertor, Antoine Doinel,
playa a través, buscando un mar que parecía más un paredón.
Aute –Cine, Cine

4 comentarios:

Bandini dijo...

cuanta razón, y que bien contado. hoy me has emocionado.

pido perdón por ser el primero en comentar...

Ra dijo...

Me pido ségun.

Era 1959 y, con el tierno permiso de Aurora y el amparo de Truffaut, le decía "Monsieur, permítame invitarle al cine". En ese año las mademoiselles no hacían proposiciones así, pero yo era una nouvelle moderna y, oh la-lá, aquello era París.

Bueno, Doinel, desvarío retrospectivo aparte, me ha enseñado usted con esta lectura 400 (o mil) cosas. Alabado sea Dios.

Bandini dijo...

o séa que hace 50 años...habría que celebrarlo viéndola de nuevo. completamente borrachos por supuesto.

A. Doinel dijo...

Si usted me invita al cine yo voy "con los ojos cerrados". Merci, Mademoiselle.

Bandini, ponga a enfriar unos cubitos de hielo que del güisqui me encargo yo... donde y cuando guste.