martes, 11 de enero de 2011

PARÉNTESIS FUNGIBLE 2.0 (Carne Cruda)

Ayer fue el cumpleaños de la mayor y casi la más joven de las mujeres de mi familia. Una ha sido como mi abuela aunque no nos unan lazos de sangre, lo cual la convierte en más abuela si cabe porque lo es por razones más profundas que la sangre y el azar, lo es por elección y por amor. La otra es mi diminuta sobrina Lola, ese enjambre de posibilidades por explotar que tiene mil vidas dentro y alma de filósofa sin saberlo. Las dos la tienen y me enseñan y me han enseñado mucho, aunque a la mayor de ellas no se lo he dicho y la pequeña aún no está en edad de comprenderlo. Quiero que esto sirva para decírselo a la primera y espero que un día dentro de unos años, la otra escuche la grabación de este programa y sea consciente de lo que ya sabía cuando no sabía nada.

(...)La mayor cumplió 87 años, la pequeña 3. Nacieron el mismo día con 84 años de diferencia y, aunque no creo en astrologías ni casualidades, hay algo que las une, hay algo en ellas dos que las hace muy parecidas. Viendo a la pequeña Lola aprender estoy reaprendiendo lo que me enseñó mi abuela adoptiva, mi abuela Casta, así se llama (a ella no le gusta su nombre, a mí sí porque el contenido de un nombre lo da la persona).

De ella aprendí muy niño que no hay mejor juguete que tu propia cabeza. He hecho cientos de kilómetros en tren con ella sin moverme del sofá. (...) Cuánto daría por volver a subirme a ese tren y atravesar aquellos desfiladeros del oeste y hundirme en la oscuridad de algún túnel cuesta abajo, viajando a la velocidad de la luz.

(...) El día de Reyes. A Lola le habían traído unos cuantos regalos de esos buenos, sofisticados, pensados para estimular su creatividad… Regalos comprados, claro. Para hacerle más emocionante el hallazgo del tesoro, se nos ocurrió esconderle uno de ellos y proponerle un juego: tenía que seguir unas huellas que habíamos dejado en el suelo por toda la casa y que indicaban el camino. Unas huellas malamente recortadas en papel de distintos colores. Tan mal estaban hechas que a los mayores les costó reconocer que eran siluetas de la suela de un zapato. A ella no. “Una huella”, gritó cuando vio la primera en el suelo. Siguió el resto y encontró el regalo con el que estuvo jugando un ratito hasta que su inquieta atención se dispersó. Se dispersó para interesarse por lo que realmente le había llamado la atención: las huellas de papel mal recortadas que no habían costado ni un euro…

Pero ella había descubierto que eran huellas mágicas que podían transformarse en cualquier cosa que su imaginación quisiera. Lola se pasó la tarde sirviéndonos café y pastas en aquellos trozos de papel. Si le pedías leche, salía corriendo hasta un interruptor de la luz, lo pulsaba, colocaba debajo uno de los papeles y volvía con una jarrita llena de leche. Para el azúcar y para remover el café no necesitaba ni papel: su imaginación y el movimiento de su mano creaba los terrones y las cucharas. Por cierto, estaba muy bueno. Caliente pero riquísimo.

Y entonces viendo el humo salir de mi taza me acordé del humo que veía salir de la chimenea de aquel tren que mi tercera abuela conseguía recrear en mi esponjosa y moldeable mente infantil… Porque no hay juguete más moldeable que nuestra cabeza…

(...)Para Lola, la máxima expresión de un día feliz son los cumpleaños. No sólo el suyo. Le hace feliz el cumpleaños de cualquiera. Y si es el propio, imaginaos… Lo que más le gusta es cantar el cumpleaños feliz…

Ayer cuando la llamaban para felicitarla, no esperaba a que nadie se lo cantara, se lo cantaba ella misma… Y toda esa felicidad, ha conseguido condensarla en una sola frase con la que a veces se despide de ti: Que sea tu cumpleaños. A decir verdad, la frase completa es: Que sea tu cumpleaños y un beso para tu prima. Aún no sabemos a qué prima se refiere. Imagino que su pequeña mente está jugando con las palabras como juega con los trozos de papel.

Sacado del blog del Necesario programa de Radio 3 "Carne Cruda" de Javier Gallego "Crudo", que de lunes a viernes me ofrece un apetitoso aperitivo de palabras, música, cierta mala hostia y buenas dosis de humor. O lo que es lo mismo: Inteligencia

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué tierna la infancia... No añoro, pues no puedo añorar lo que casi no recuerdo, pero sí envidio la ilusión "por nada" en los ojos adultos, que en el fondo tal vez debería serlo "todo" y lo es, en ojos de niño. Qué envidia...

Un abrazo.

Ra dijo...

Joder, qué bonito.

Anónimo dijo...

!Qué bueno tener algo para celebrar!...Todos los días,todos.
Tanto,tanto

Anónimo dijo...

Me encanta tu blog...me acabo de enamorar!


Pk

Lou dijo...

Es preciso.