lunes, 7 de julio de 2008

DE MIL AMORES II

Evita (o cómo bailan las diosas)



Se vestía para mí sin ponerse la ropa y me regalaba todos los venenos que compraba en el mercado del amor, incluido un tanga a precio de ganga y un raro perfume que era el resumen de su pasión. Yo era fiel a todo lo que ella esperaba de mí: cuando se moría por mis besos yo iba a su funeral con flores en el lagrimal, y cuando yo quería ganar ella se dejaba perder con una brújula en la manga. Era la más guapa de mi corazón y yo al que menos quería ella de todos sus novios, pero cuando se desnudaba para mí lo hacía sin peros, ni pendientes, ni carmín, y me regalaba todos los colores que compraba en el jardín del Edén, incluida una hoja de parra y la manzana de marras que la serpiente le dio de mañana para que Evita me invitara a morder. Yo era el Adán más afortunado de todos sus adanes y ella la más lista de la lista de mi tonta razón. Por eso cuando despertaba a mi lado no había prisa en medio del colchón, ni medio par de adioses, ni pepitas de pereza en dos mitades de limón.

2 comentarios:

Unknown dijo...

guau...!!!
rezumando romanticismo por las poros del poema....

mira que bailaba bien
saludos mounsieur

Ra dijo...

Si me matas a Radical Libre no me van a caber las flores ni los peros en el lagrimal...
Qué bien se te da Julio, Monsieur.